Por Padre Manuel Solorzano Octubre 27, 2024 30˚ Domingo del Tiempo Ordinario Marcos 10: 46-52
Queridos hermanos: Hoy las lecturas nos invitan a reflexionar sobre el amor incondicional de Dios y su deseo de sanar y liberar a su pueblo. La primera lectura, tomada del profeta Jeremías (Jer 31, 7-9), es un mensaje lleno de esperanza y consuelo. Jeremías proclama un tiempo de restauración para Israel, un pueblo que ha experimentado el exilio, el sufrimiento y la dispersión.
Dios promete traer de vuelta a los desterrados, guiándolos con ternura y compasión, como un padre que cuida de su hijo. Dice: “Yo soy un padre para Israel, Efraín es mi primogénito”. Dios no solo promete el regreso, sino que se compromete a caminar con su pueblo, cuidando de los más vulnerables: los ciegos, los cojos, las mujeres embarazadas y aquellas que dan a luz. Esta imagen nos recuerda que Dios siempre se inclina hacia aquellos que más lo necesitan, mostrando su infinita misericordia.
En el Evangelio de Marcos (Mc 10, 46-52), encontramos a Jesús en su camino a Jerusalén, pasando por Jericó. Aquí se encuentra con Bartimeo, un ciego que mendiga al borde del camino.
Bartimeo, al enterarse de que Jesús de Nazaret está pasando, grita: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”. A pesar de que muchos lo reprenden y le piden que se calle, él clama con más fuerza. Su insistencia llama la atención de Jesús, quien se detiene y le pide que venga a Él.
Bartimeo, dejando atrás su manto, símbolo de su única pertenencia y seguridad, se acerca a Jesús. Jesús le pregunta: “Qué quieres que haga por ti,” y Bartimeo responde con fe: “Maestro, que recobre la vista.” Jesús le concede la vista, y Bartimeo lo sigue por el camino.
Este encuentro nos enseña varias lecciones importantes. Primero, vemos la fe y la perseverancia de Bartimeo. A pesar de su situación y de la oposición de la multitud, no se rinde.
Nos muestra cómo debemos acercarnos a Dios con confianza, creyendo que Él es capaz de sanar nuestras heridas y traernos de vuelta a la luz. Segundo, Jesús nos muestra que Dios siempre escucha el clamor de los necesitados y se detiene ante el sufrimiento humano. No pasa de largo, sino que se interesa personalmente por cada uno de nosotros. Al preguntarle a Bartimeo: “¿Qué quieres que haga por ti?”, Jesús nos muestra que debemos ser claros en expresar nuestras necesidades y deseos ante Él.
Finalmente, el gesto de Bartimeo de dejar su manto y seguir a Jesús nos invita a reflexionar sobre qué cosas debemos dejar atrás para seguir verdaderamente al Señor. El manto de Bartimeo representa su pasado, su seguridad en medio de su ceguera, y al dejarlo, demuestra que su fe en Jesús es más fuerte que su necesidad de seguridad.
Las lecturas de hoy nos recuerdan que Dios siempre está dispuesto a salvarnos, guiarnos y sanarnos. Él escucha nuestro clamor y nos invita a tener una fe audaz, a confiar plenamente en su amor y misericordia. Estamos llamados a dejar atrás todo aquello que nos impide seguirlo con el corazón libre, como hizo Bartimeo.
¿Tengo la misma fe y perseverancia que Bartimeo cuando me enfrento a las dificultades de la vida? ¿Qué “manto” necesito dejar atrás para seguir a Jesús más plenamente? ¿Reconozco la voz de Dios que me llama a salir de mi zona de confort y a caminar hacia Él con confianza?
¿Cómo puedo ayudar a otros en su “camino de Jericó” para que puedan encontrarse con Jesús y experimentar su sanación? ¿Estoy dispuesto a dejar que Jesús me pregunte: “¿Qué quieres que haga por ti?” y responder con fe y humildad? Que el Señor nos dé la gracia de confiar en su poder sanador y de seguirlo con un corazón generoso y libre.